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EN BUSCA DEL TEMIBLE DEL OCÉANO

EN BUSCA DEL TEMIBLE DEL OCÉANO

A fines de febrero, aprovechando las vacaciones en familia, y llevados por los comentarios de los pescadores de mar adentro que habían visto y pescado tiburones con líneas, fue que decidimos con Alejandro emprender esta travesía y en cierta forma buscando revancha de lo que ya habíamos vivido 3 años atrás con resultado negativos.

Tras charlar con pescadores y recopilar datos, de cómo y dónde se estaba dando el pique, acordamos el día para hacernos al océano, no sin antes resolver algunos inconvenientes que esto acarreaba, como por ejemplo los equipos de pesca a utilizar, ya que nosotros “pescadores de aguas dulce” no poseemos y lo segundo saber cómo soportar el oleaje del océano.

Lo primero fue lo más fácil,  alquilamos cañas de 2.1 metros, con pasahilos reforzados con rodillos, reel rotativo Penn Emperator 7000, con 200 metros  de tanza de  1 milímetro de espesor, lo segundo fue lo más difícil y lo sufrimos en alta mar.

El transporte elegido, un ex velero de 20 metros de eslora, impulsado por 2 motores Mercedes Benz 1518, llamado “Fogata”, con 3 tripulantes.

El día indicado para salir se presento espectacular, a las 6 horas estábamos en el puerto, acompañados por nuestras hijas Victoria y Rocío. Tras el capitán pedir autorización a prefectura para navegar, emprendimos el viaje, que parecía solo iba a ser un paseo, pero cuando el “ Fogata “ atravesó le escollera del puerto y dimos con la inmensidad del océano nos dimos cuenta que había dejado de ser un paseo en lancha como los que estábamos acostumbrados, para convertirse en un duro e interminable sacrificio de 12  millas náuticas ( unos 22 km ) océano adentro, para poder llegar a zona donde se estaban dando los piques de tiburones. Pero ir por el gran depredador valía la pena el sacrificio.

Luego de casi hora y media llegamos al lugar señalado, solo teníamos agua alrededor, la costa no se veía, una sensación de desesperación, mezclada con desprotección me invadió por un instante, pero enseguida fue reemplazado por entusiasmo cuando tiramos las primeras líneas livianas buscando pescadillas que nos servirían de carnada para atraer al tiburón. En pocos minutos de pesca, la cantidad de sebo ya era la suficiente, las ganas de tirar la línea pesada a esa altura era insoportable.

Armamos el aparejo con la tanza de 1 milímetro, una boya de madera de aproximadamente 20 centímetros de diámetro, un líder de acero doble de metro y medio de largo, anzuelo 9/0, le dimos, indicado por el capitán 5 metros de profundidad ( distancia entre la boya y el anzuelo ) y encarnamos con una pescadilla de unos 700 gramos, y allá  fue la línea y la esperanza, manteniendo la boya a la vista, a unos 30 metros del barco.

Pasaron alrededor de 40 minutos sin novedades, la desesperanza de apoco iba creciendo, hasta que la boya de Alejandro desapareció de la superficie, inmediatamente vino el cañazo, la vara se doblo fuertemente y la tanza corrió por los rodillos, el pez había quedado prendido, pero no lo veíamos, despacio y bien afirmado Alejandro empezó a recoger línea, dada la claridad del agua no tardamos es verlo, “ es un cazón “, dijo el capitán, era un pequeño tiburón de aproximadamente 1 metro de largo, pero la fortuna ese día no estaba de nuestra parte, apenas asomó la aleta en la superficie, doblo su cuerpo en U y de un golpe corto la tanza.

Esto solo logró aumentar nuestro entusiasmo, sabíamos que generalmente estos peces no cazan solos, si estaba ese, era casi seguro que debía haber más. Pasaron unos 10 minutos y mi boya se sumergió, enseguida pegué el tirón, sosteniendo la caña firme y arriba, pero otra vez la frustración fue lo único obtenido, cuando recogí la línea, esta había sido cortada aparentemente de un mordisco, por lo deshilachado de la tanza, unos 10 centímetros por encima del líder.

Era obvio que estábamos usando líderes muy cortos, dándole oportunidad al pez, por su tamaño,  que pueda cortar la línea, por la proximidad al anzuelo.

Mientras la gente del “Fogata” nos hacían líderes más largos para armar nuevamente los aparejos, tiramos las líneas livianas otra vez, buscando corvinas, las cuales no tardaron en aparecer,  en una de las tantas recogidas de línea, y ya con casi la carnada en la superficie, veo como desde la profundidad del océano viene directo al sebo algo que parecía una cinta de plata, dejo la línea inmóvil y este pez delante de mis ojos muerde la carnada y con ella el anzuelo, solo tuve que pegar un pequeño tirón a la caña, para que este pez llamado “ sable”, quedara prendido.

Con líderes nuevos y largos, tiramos nuevamente las líneas pesadas, pero nuestra oportunidades ya habían pasado, y en este caso, por más que cambiamos de lugar en reiteradas ocasiones, no se repitieron, dejándonos el sabor amargo de haber perdido la batalla otra vez, pero con la ilusión intacta, de volver por ellos.

La jornada fue agotadora, pero la experiencia vivida con nuestras hijas en alta mar fue divina e inolvidable, la sensación por momentos de estar dentro de un pozo donde solo alrededor son olas que superaban en barios metros la altura del barco es única, más aún lo es la seguridad de pisar tierra firme después de casi 12 horas de constante movimiento. Y aún no habiendo obtenido la presa buscada, lo aprendido nos sirvió de experiencia, para la próxima y no lejana revancha contra el implacable rey del océano. Se dice popularmente “ que la tercera es la vencida “, ahí estaremos.

 

 

 

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