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De mi gran simpatía por los Caballos y Teté Coustarot (en ese orden)

- ESCRIBE:  Tere Capdevielle- El disparador para recordármelo, vino de la televisión. El diálogo entre los dos hombres era obsceno. Uno, atrapado en su imagen decadente, como de prostituto anciano,  formulaba  preguntas con las que intentaba demostrar que él era quien manejaba la entrevista.  El otro,  aire displicente, distendido,  sin alterar el tono ni demostrar emoción alguna,  aceptaba el interrogatorio permitiéndose incluso abundar en detalles como para que no quedara ninguna duda de su protagonismo en los sucesos de que se hablaba. Samuel “Chiche” Gelblung  entrevistando a Mariano Grondona.  Los hechos eran nada más y nada menos que los marcadores trágicos de la historia de los argentinos  de unas cuentas décadas a esta parte:1955, 1962,1966, 1976. Sin solución de continuidad  la pantalla me estaba mostrando cómo el primero, de siniestro pasado cómplice de los tiranos y  en tiempos más recientes verificador de calidad de las prótesis glúteas de figuritas del espectáculo, se había tornado en complaciente anfitrión del mentor, ideólogo y fervoroso defensor de los golpes  cívico-militares  cuyas consecuencias todavía nos alcanzan  como una maldición bíblica.

                                                     Perón, Frondizi, Illia…

 Los nombres de los presidentes constitucionales en cuyos derrocamientos estuvo involucrado  hasta las manos, se suceden en el relato de Grondona que miente descaradamente cuando niega sus vinculaciones con la tiranía que se inició el 24 de marzo de 1976. En cada caso, aporta los fundamentos y justifica su intervención conspirativa y golpista sin que una sola repregunta lo interrumpa: fue  comando civil contra Perón en 1955; redactor  del Comunicado 150 con el que los “Azules” del ejército en septiembre de 1962 se pronunciaron sobre el retorno al orden constitucional, y fervoroso impulsor de la dictadura de Juan Carlos Onganía, que destituyó al Dr. Arturo Illia. Habla de Onganía y remarca sus conceptos con el gesto amanerado de siempre;  todavía surge de sus palabras la convicción de estuvo llamado a ser el salvador de la crisis argentina. Tan sólo se permite aceptar que su “elegido” no estuvo a la altura de sus expectativas y que Illia no debió ser destituido. Ni una sola palabra de arrepentimiento por ejemplo, por la “Noche de los bastones largos”, el 29 de julio de 1966, cuando las bestias ocuparon las universidades y reprimieron ferozmente a profesores y estudiantes,  incendiaron bibliotecas, destruyeron laboratorios, apalearon y detuvieron  a eminentes personalidades y provocaron la fuga del país de centenares de sabios y prominentes hombres de ciencia que se dispersaron por el mundo.  Nada. Sólo un reproche, casi romántico, por el  general que lo había defraudado nada menos que a él,  que desde la revista “Primera Plana”  así había  justificado la nueva tragedia perpetrada contra la República: ...Arturo Illia no comprendió  que las Fuerzas Armadas, dándole el Gobierno, retenían el poder. El poder seguía allí, en torno de un hombre solitario y silencioso . El Gobierno y el poder (con Onganía) se reconcilian, y la Nación recobra su destino”. 

Es mucho para mi. Dejo la gimnasia masoquista de ver y oir al anciano subversivo, busco la imagen de su tirano protegido  y entonces  me puedo reir.  Ahí está ,en el google, multiplicado  en centenares de  fotos,  el rostro de “la morsa”.

                                                  

                                                    LA COZ VENGADORA    

  La  patada de un caballo le había partido el labio que quedó sin  solución estética posible. El tupido bigote que mal disimulaba la hendidura, llevó al genial dibujante Juan Carlos Colombres   “Landrú”, a caricaturizarlo con la  figura de una morsa en su revista de humor político “Tía Vicenta”. La tapa de la publicación muestra a dos ejemplares  -labio partido y bigote espeso- con este diálogo: “Al fin tenemos un gobierno como dios manda!”. Fue la última vez que  apareció: el gobierno  de Onganía ordenó su clausura el 22 de julio de 1966.

                                               ¡GRANDE, TETÉ!

 Eran tiempos de almuerzos glamorosos, rositas rococó rosadas y “vueltita” de la  conductora,  obviamente a pedido de “su” público. No recuerdo al resto de los invitados porque dos de ellos acapararon toda mi atención:  Juan Carlos Onganía , en su carácter de candidato a presidente de la nación  por la Alianza Frente para la Coincidencia Patriótica para las elecciones del 14 de mayo de 1995,   y la bella Teté Coustarot sentada a su lado.  La conductora  provocó el diálogo invitando a  “la morsa”  a explicitar un mensaje de campaña. No pudo llegar a terminar la primera frase coherente porque la modelo-periodista le reprochó duramente su pasado golpista y represor  y   a cada intento del militar   por retomar su exposición,  le dijo  una y otra vez: ” -Usted no tiene derecho; usted es un dictador…¡Y nos viene a hablar de democracia…!” Un corte oportuno puso fin a la tensa situación, que se había tornado inmanejable para Legrand.    El programa transcurrió luego  sin mayores sobresaltos y finalizó sin nuevos cruces.

 Esa tarde, el dictador Onganía sufrió un accidente cerebro vascular que lo postró hasta su muerte,  el 8 de junio. Las elecciones presidenciales, en las que la rata obtuvo la reelección, dieron para la fórmula Onganía-Paz en todo el país un total de 3.147 votos , es decir un 0.02% de los sufragios emitidos.

 

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